jueves, 21 de febrero de 2013

Trastorno de la Personalidad Narcisista

 síntesis del cuadro clínico que caracteriza a este trastorno, basado en el artículo “Trastornos de la Personalidad Narcisista” 


Desarrollo

El narcisismo es un desorden de personalidad, cuyo origen es la configuración irregular de los elementos que consolidan la estructura y dinámica del Self, impulsor del proceso de individuación. Narciso, encarnación de la patología, es la personalización de la estrategia de sobrevivencia diseñada por quien tempranamente debe estructurar un conjunto de vivencias psicológicas que son adversas a la construcción de su propia identidad.

A) El Mito. 
El Mito griego de Narciso ilumina respecto de las condiciones que rodean y caracterizan al Trastorno. “Narciso era hijo de náyade Liríope[2] [ninfa] y del río[3] Céfiro [Dios].[4] Liríope le preguntó a Tiresias[5], sabio vidente [ciego], si el niño viviría hasta una edad avanzada, a lo cual él respondió: “Sí, si él nunca se descubre a sí mismo.” [6] A los dieciséis años, Narciso era un joven de gran belleza, orgulloso, que despreciaba el amor tanto de los hombres como de las mujeres[7]. Eco[8] era una ninfa [niña… sin contenido de vida] y fue condenada por Juno a no tener la iniciativa de la conversación y a repetir apenas las últimas palabras oídas. El castigo fue dado porque Eco distrajo a Juno con sus palabras, ocultando la infidelidad de Júpiter. Eco vio a Narciso corriendo por el campo y se enamoró intensamente. Un día, el encuentro ocurrió, pero Narciso rechazó a Eco que, sintiéndose rechazada, corroída, se consumió. Su cuerpo se secó y quedaron apenas la voz y los huesos que se transformaron en piedras. Uno de los jóvenes rechazados por Narciso le pidió venganza a los cielos. Némesis, la diosa, oyó y acató la súplica. Un día buscando saciar su sed, Narciso vio una imagen en el lago[9]. Se enamoró de la imagen sin percibir que era su reflejo. Intentó varias veces besar y alcanzar al joven que veía allí. Cuando reconoció su imagen, Narciso atacó su propio cuerpo y murió consumido por el fuego de la pasión[10]. Eco, aunque todavía lastimada, lloró por Narciso.” (Porto Montellano, 2006, 187)

Muchos alcances sugiere el Mito y algunos fueron anotados como pie de página; sin embargo, al menos dos grandes elementos quisiéramos agregar: “La fijación de Narciso a su reflejo le impide moverse de sitio y le lleva hasta la muerte”. El mito sugiere de modo simbólico que un individuo, cuando niño, corre el riesgo de quedar fijado a una etapa de su desarrollo al tratar de consolidar una imagen concreta de sí mismo, pero se incapacita para llevar a término la tarea de independizarse o separarse, por miedo al rechazo de sus padres. (Abrams, 1999, 160). Por otra parte, Chevalier (1991) indica que la etimología de Narciso tiene su raíz en –narke- de donde viene “narcosis” -entumecido, baldado, tullido (Aguirre, 2006)-. La flor simbolizaría el entumecimiento y la muerte, pero una muerte que puede ser sólo un sueño; puede ser, por lo tanto, un ensimismamiento, un enamoramiento, un encandilamiento… que impediría ver y ver-se… sólo ve imagen…[11].

Narciso está enamorado de sí y, dado que este sentimiento no es creativo, está fijado, por lo que, inmoviliza, destruye, consume e impide el verdadero desarrollo. Narciso carece de un “otro” real o equivalente, motivo por el cual también le está vedado hacer proyecto de identidad, no puede constituirse internamente ni proyectarse como ser humano en el mundo.

B) Criterios para su Diagnóstico. 
Porto Montellano indica que “aunque haya concordancia en la descripción fenomenológica de la personalidad narcisista, hay divergencias en cuanto a la teoría, diagnóstico y manejo técnico en la clínica”. También se pronuncia respecto del acuerdo en relación a que el concepto narcisismo debe incluir aspectos descriptivos, del desarrollo, normales y patológicos. (2006, 189) Los criterios para diagnosticar un trastorno de personalidad narcisista son:

“Un modelo global de grandiosidad (en fantasía o comportamiento), necesidad de admiración y falta de empatía que se manifiesta en el inicio de la edad adulta y está presente en una variedad de contextos, indicados por, al menos, cinco de los siguientes criterios: 1) Sentimiento grandioso acerca de la propia importancia (por ej.: exagera realizaciones y talentos, espera ser reconocido como superior sin realizaciones a la altura; 2) preocupación con fantasías de ilimitado éxito, poder, inteligencia, belleza o amor ideal; 3) creencia de ser “especial” y único y de que solamente puede ser comprendido o debe asociarse a otras personas o instituciones especiales o de condición elevada; 4) exigencia de admiración excesiva; 5) presunción; expectativas irracionales de recibir un tratamiento especialmente favorable u obediencia automática a sus expectativas; 6) abusa en las relaciones interpersonales; obtiene ventajas de otros para alcanzar sus propios objetivos; 7) ausencia de empatía: se resiste a reconocer o identificarse con los sentimientos y necesidades ajenas; 8) frecuentemente siente envidia de otras personas o cree ser el blanco de la envidia ajena; 9) comportamientos o actitudes arrogantes e insolentes.” (Porto Montellano, 2006, 190)

C) Psicodinámica Simbólica Arquetípica. 
Byington propone considerar Narciso y Eco como una forma complementaria de concentración de la libido en la relación Yo-Otro. Narciso concentra en el Yo y Eco, en el objeto. Dice “la diferencia entre narcisismo-ecoísmo, como función estructurante normal y la polaridad extroversión-introversión está en el hecho de que ella se aplica, específicamente a la dimensión de la relación estructurante emocional y afectiva.” (Byington, 1988, 84)

La apreciación que hace el Dr. Byington es especialmente interesante, porque aclara que ni uno ni otro se relaciona; en ambos casos se carece de retroalimentación, quedando, el impulso, apresado en un caso y vacío en el otro.

D) Desarrollo Normal del Sistema Narcisismo-Ecoísmo. 
Siguiendo el planteamiento que hace Neumann[12] respecto del desarrollo del niño (1995) puede decirse que los fundamentos de la identidad del ego y del otro y de las relaciones posteriores, tienen su matriz en la relación primaria; sin embargo, ya a los dos años aparecen sentimientos de identidad, momento en el cual podrá hablarse de las polaridades narcisismo-ecoísmo. Un desarrollo creativo de la polaridad narcisista nos enfrentará a una persona que está formando una imagen del yo integrada, con una buena autoestima, relativamente autónoma y con capacidad para expresar su identidad en la búsqueda de sus ideales. (Porto Montellano, 2006, 190) A su vez, un desarrollo creativo de la polaridad ecoísta, nos enfrentará ante un niño que está formando una imagen integrada del otro, tiene empatía, compasión y capacidad para reconocer la importancia del otro. Porto Montellano indica que “las funciones de afectividad y agresividad deben ser diferenciadas e integradas para que ocurra un desarrollo saludable de este sistema” (2006, 192)

En la adolescencia la polaridad ecoísta volverá a ser especialmente tocada, producto de la activación de los arquetipos anima-animus y de la gran cantidad de transformaciones, tanto en lo personal y corporal como social e interrelacional, que experimentan los jóvenes en ese momento de cambio y de maduración.

En la adultez, habiendo logrado una mayor estabilidad de todos los sistemas, la polaridad narcisista-ecoísta podrá manifestarse más claramente predominante en uno u otro extremo. Sin embargo, un desarrollo normal mostrará que la tendencia hacia uno u otro polo va fluctuando según sean las demandas del medio y las situaciones específicas que vaya correspondiendo enfrentar. (Porto Montellano, 2006)

Al llegar a la mitad de la vida, los arquetipos anima y animus vuelven a activarse y con ello sobreviene la reflexión y evaluación de realizaciones y dificultades o frustraciones. “Las funciones que permanecieron menos desarrolladas –polaridad ecoísta narcisista- buscan camino hacia la conciencia”. (Porto Montellano, 2006, 193)

Byington dice que en la última etapa del camino, con la proximidad de la muerte, ocurre una relativización de las polaridades. La activación del arquetipo de la totalidad le posibilitará a la personalidad reconocer que el yo y el otro son iguales y diferentes y dependientes uno del otro. (1999)

E) Trastornos del Sistema Narcisismo-Ecoísmo. 
Partiendo de la premisa que las enfermedades son procesos normales perturbados y no una entidad per se (Jung, 1996, 6), Porto Montellano señala que los pacientes con este trastorno presentan padres con enfermedades psicológicas o físicas graves; o han perdido tempranamente alguno de ellos; o bien, uno de ambos, padece el trastorno y, por tanto, dificultó que el paciente pudiera –de niño- estructurar su identidad; estos padres pudieran tener ellos una relación de pareja deficiente; o bien, tratarse de personas que siendo niños, han padecido algún tipo de violencia física o psicológica. La misma autora indica que, en otras oportunidades, la presencia del trastorno se debe a situaciones provenientes del mismo paciente, tales como él padecer alguna enfermedad grave o deficiencia física; ser hipersensible, superdotado en una o más áreas. (2006)

El disturbio de la personalidad narcisista se caracteriza por “una excesiva auto referencia, exhibicionismo, gran necesidad de ser admirados, concepto de sí mismo inflado y un ideal del yo grandioso. Tienden a desarrollar una presentación social seductora para conseguir la admiración que necesitan”. (Porto Montellano, 2006, 194). Sus relaciones afectivas son superficiales dado su dificultad para vivenciar el amor y la intimidad. Idealizan al otro y proyectan en él sus expectativas, frustrándose, dado que el otro no puede satisfacerlas. Son desconfiados y desvalorizadores. Sienten envidia, susceptibles a las críticas, tienen dificultad con la aceptación de la dependencia. Cuando el disturbio es grave, puede aparecer rabia y sadismo. (Porto Montellano, 2006)

El disturbio de la personalidad ecoísta se caracteriza por “una excesiva dependencia del amor y aceptación del otro, altamente idealizado. Su forma de presentarse socialmente es la de una persona humilde, bondadosa y comprensiva”. (Porto Montellano, 2006, 194). Tienen dificultad para expresar sus sentimientos; no aceptan sus sentimientos de rabia que, muchas veces, derivan a depresión y sentimientos de culpa. Su actitud de estar siempre disponibles para el otro les hace sentir que obtienen poco reconocimiento y que son tratados injustamente, generando culpa en el otro. Especialmente críticos y exigentes. Cuando el disturbio es grave, puede aparecer auto agresión y masoquismo. (Porto Montellano, 2006)

Lo que yace a la base de este trastorno de personalidad es la defensa del individuo hacia su sentimiento de inferioridad, impotencia, vacío y falta de significado. Porto Montellano indica que, en el aspecto más grave de la patología, busca prevenir la pérdida de las ilusiones y la angustia de aniquilamiento. “Es como si el individuo no confiase en la posibilidad de una vivencia integrada de identidad y de relaciones creativas”. (Porto Montellano, 2006, 195)

Kernberg aporta al perfil del trastorno distinguiendo al Narcisista por su necesidad bipolar, de ser admirado y a la vez estar fascinado consigo mismo. Dice que este desorden de carácter ha visto distorsionado patológicamente la evolución de su sí mismo, el cual se manifiesta vacío, hambriento y enojado, poseído de una rabia impotente de sentirse frustrado y temeroso de un mundo que también se la muestra como odioso y vengativo. Estas personas, indica, carecen de contenido emocional y, por tanto, no empatizan con el otro; tampoco son capaces de deprimirse, porque sus sentimientos carecen de profundidad. Enfatiza en ellos, la envidia, la rabia y la venganza. La personalidad narcisista proyecta, en el otro, lo mismo siente respecto de sí mismo: desprecio -porque ha sido desvalorizado y por su propio vacío-, peligroso y hostil –porque el vacío lo hace vulnerable y fácilmente vencible-. A su juicio, estas personas funcionan bien socialmente, ya que se centran en agradar para conseguir admiración. Su estructura psíquica es defensiva en contra de la rabia, odio y envidia intensa; su carácter está al servicio de una función defensiva; enfatiza la naturaleza destructiva, negativa y controladora de este desorden caracterológico. Estas personas se ven dominadas por su incapacidad de relacionarse con otros como seres reales y por evaluar de forma inadecuada sus propias capacidades; ambas características, se acentúan con los años. (Schwartz-Salant, 1988)

Kohut, por el contrario, afirma que el si mismo del carácter narcisista no es que se haya distorsionado patológicamente en su desarrollo, sino que ha sido bloqueado en su evolución, específicamente en un plano de grandioso-exhibicionista. Estima que la rabia y la envidia no son sentimientos originales, sino consecuencias de su falta de empatía y, por lo tanto, no fijadas. (Schwartz-Salant, 1988) Esta forma de comprender el trastorno –respecto de Kernberg- lo haría más tratable y de mejor pronóstico.

F) Tratamiento y pronóstico. 
“El tratamiento y el pronóstico dependerán del tipo de organización de sus estructuras y estrategias defensivas, de los recursos creativos de la personalidad y su ambiente”. (Porto Montellano, 2006, 196) Sin embargo, los procesos de transferencia y contratransferencia (C y C/T) –indispensables en psicoterapia analítica- serán determinantes en el tratamiento de estos pacientes, ya que es en estas instancias en las cuales las heridas infantiles podrán ser restauradas. (Porto Montellano, 2006) También será importante establecer desde ya que el terapeuta deberá haber tenido experiencia en tratamientos narcisistas ecoístas y haberse sometido él (ella) mismo(a) a análisis didáctico a fin de saberse con la resistencia necesaria para soportar la tensión y agresividad a la que será sometido por su analizado(a). “Debe tenerse especialmente presente que estos pacientes no soportan un enfrentamiento intenso con la sombra” (Porto Montellano, 2006, 197). La misma autora sugiere la utilización de técnicas expresivas, siempre y cuando el o la paciente las acepte con confianza y espontaneidad; una actitud contraria, facilitaría que éste las empleara como instrumentos para manipular la relación con el terapeuta. En general, el pronóstico es favorable; no lo es, en casos de sadomasoquismo y desarrollo de estrategias psicopáticas. 

En relación a este punto, Neumann- está convencido de que “el sí mismo se manifiesta, a un mismo tiempo, como un proceso continuo aparentemente bien ordenado y como un proceso que puede irrumpir sobre el ego con energías desconocidas y avalar el propio núcleo de la personalidad conciente.” (Schwartz-Salant, 1988) El trabajo analítico, en consecuencia, no podría prescindir de la fantasía de integración de las partes y dado que la identidad es un proceso que se construye de modo gradual, la tarea terapéutica con este desorden de personalidad consistiría en desplegar el Self, la matriz de la identidad personal.

El Sí mismo es numinoso, inspirado y divino. Como tal, contactarlo es dejarse tomar por su reverencia, su gozo, su temor, desorientación o fascinación. El temor de confrontar al si mismo puede provenir del miedo a fundirse en las profundidades arquetípicas, del poder que otorga y el miedo a ser abandonado por lo mismo, de la atracción de sus energías que podrán suscitar la envidia de otros. El terapeuta debe poder ver el arquetipo del si mismo –ese núcleo atómico de cuya estructura interna y de cuyo significado último, nada sabemos (Schwartz-Salant, 1988; 6) – de lo contrario no lo constelará; un numen psíquico cuya energía, autonomía y espontaneidad, le es extraña al ego y que, de no ser integrado y cohesionado a la psique del narcisista, truncará su posibilidad de transformación.

Schwartz-Salant (1988) indica que los estadios de transformación son uno a nivel más superficial –donde aparece el si mismo grandioso y exhibicionista- y un segundo nivel , más profundo –donde aparece el si mismo como fuente de las energías arquetípicas-. El primer estadio –ovidiano- es básicamente una transformación en lo masculino del hacer. A partir de un dictamen masculino que no admite preguntas, trabajo y logros, da origen a una capacidad positiva de amor y creación. También se ve alguna modificación en el aspecto femenino ya que permite la aparición de un “ser” a través de la capacidad de empatía. En el segundo estadio – pausanio- enfatiza en la trasformación de lo femenino, fortalecerlo, configurarlo.

Alice Miller dice que “uno de los puntos de inflexión del análisis se alcanza cuando el paciente con trastornos narcisistas percibe emocionalmente que todo aquel amor, conquistado con tanto esfuerzo y negación de sí mismo, no iba destinado a la persona que él era realmente, que la admiración por su belleza y sus logros tenía por objeto esa belleza y esos logros, y no al niño mismo” (Miller, 1999, 174)

Kohut señala que el elemento de cura está dado, por el proceso de T y C/T. Para ello define dos paradigmas, movilización del sí mismo idealizado y movilización del sí mismo grandioso-exhibicionista, que deberán dejarse ocurrir en el transcurso de la psicoterapia. Enfatiza el potencial positivo y transformativo de estos desórdenes, enraizados en el sí mismo, cuya naturaleza esencialmente positiva, se manifiesta por medio de la empatía. Las características de estos desórdenes de comportamiento son, a su juicio, la deficiencia en la línea de desarrollo del auto-objeto grandioso que lleva a una ausencia de la capacidad de perseguir los propósitos blancos y las ambiciones y de experimentar placer en las propias actividades físicas mentales, así como la ausencia de control seguro de la auto-estima. La línea de desarrollo de la imagen paterna idealizada, el otro polo del si mismo bipolar, la deficiencia en la estructura llevará a la ausencia de funciones de control, canalización y neutralización de los impulsos, características de los desórdenes de comportamiento. (Schwartz-Salant, 1988)

Searl, enfoca su reacción en los problemas creados por emociones negativas de C/T, ya que no sería tan fácil, dice, distinguir si la percepción empática de imágenes disociadas del paciente son efectivamente de él o son del analista que experimenta partes del propio si mismo que no fueron adecuadamente analizadas. La C/T viene desde el paciente que, siendo narcisista, tiene una inadecuada relación regresiva con su madre que, influirá necesariamente en forma negativa en la regresión que hace el analista; por tanto, de esa relación sólo podrá resultar una rabia narcisista del analista como respuesta a la limitada capacidad de empatía del paciente.

La contra respuesta de Kohut –a Searl- es que es necesario comprender la raíz del odio, la rabia y otras emociones negativas, ya que si se comprendiera lo que realmente produce el auto-estima dañada, sus reacciones serían menos problemáticas. El autor del artículo, conviene en que es mejor ocuparse de las reacciones negativas de C/T desde el inicio del tratamiento a fin de formar una T; es decir, reconocer explícitamente la rabia en el paciente cuando ésta se presenta en el analista, en vez de sentirse inmediatamente preso de una rabia –que no se atreve a manifestar y que en rigor no le pertenece- que le ha sido transferida por su paciente. (Schwartz-Salant, 1988)

Otra postura es representada por Grunberger, que intenta situar al narcisismo dentro de un cuadro de visión ampliada de la teoría freudiana de los impulsos y del modelo ego-id-superego. Así como Freud situaba esta patología en la vida fetal definiéndola como una existencia absolutamente autosuficiente, este psicoanalista la define como una formación psíquica, vecina al id, al ego y el superego, cuyas exigencias son tan absolutas y poderosas como un instinto. Este cuarto elemento presentaría sus propias leyes funcionalmente diferentes. El autor del artículo indica que esta postura es un intento por conciliar diferentes posiciones freudianas, ya que el punto de discordia está en el hecho que “el narcisismo es inherente a la más sublime de las sublimaciones y a la más psicótica de las regresiones” (Schwartz-Salant, 1988; 23). Esta ambivalencia, sin embargo, es propia de los arquetipos junguianos.

Los enfoques freudianos centran el problema del narcisismo en una imagen paterna como principal fuente de estructura introyectada. Jung, por el contrario, insiste en que dichas imágenes no son personales sino arquetípicas. Esta diversidad de posiciones implica también un tratamiento y pronóstico diferente: los freudianos creen que su cura dependerá de la reestructuración de objetos internalizados en la infancia por medio de nuevas introyecciones fortalecidas por relaciones actuales –las psicoterapéuticas-; los junguianos admiten que el potencial de cura es inherente a la propia psique. A la doble naturaleza del narcisismo, sin embargo, deberá agregarse su participación igualitaria en los dominios del instinto y del ego. (Schwartz-Salant, 1988).

III. Comentarios y Reflexiones

Cuán conmovedor puede resultar estar frente a una persona con personalidad narcisista y saber –ahora- que su forma de ser –que en rigor es su forma de “no ser”- no es un “vicio” generado de su propia superficialidad ni de lo vano de sus intereses, sino una estrategia defensiva desarrollada producto de dificultades ocurridas en su transición de niño a adulto; un proceso que “narciso” no ha logrado consumar porque ha quedado atrapado en un dilema infantil que no puede insertar en el mundo adulto: “el incipiente Yo real del niño ha quedado escindido u oculto, convirtiéndose así en niño interior perdido” (Abrams, 1999, 160). La figura –definida como trastorno de personalidad- adquiere –en esta toma de conciencia- caracteres dramáticos. El problema de Narciso es un problema de amor; pero de desamor, porque Narciso, no sabe amar… ¿cómo podría exigírsele, amar?

Erich Fromm, en una de sus obras clásicas, se pregunta si amar a los demás es una virtud y amarse a sí mismo, un pecado (1972); porque, en la medida en que alguien se amara a sí mismo, no amaría a los demás; y amarse a sí mismo sería prácticamente lo mismo que ser egoísta con los otros[13]. La psicología pareciera sustentar una tesis diferente: no habría contradicción entre el amor a sí mismo y el amor al prójimo, una sería condición sine quanon de la otra: amor a si mismo y egoísmo serían opuestos.

El amor y el respeto por si mismo son necesarios para que exista amor y el respeto por el otro; uno y también los “otros” son “objeto” de los mismos sentimientos y actitudes, porque estas conductas son conjuntivas y no contradictorias: el amor no puede dividirse, es uno sólo; el amor tiende al crecimiento y al desarrollo, a la felicidad imparcial. (Fromm, 1972). Una persona egoísta lo quiere todo para sí, porque carece de todo. El individuo egoísta no se ama demasiado, se ama muy poco o no se ama realmente. Y, porque se odia, necesita arrancarle a la vida las satisfacciones que él se impide obtener, volviéndose hostil y “generosamente” egoísta[14]…

Narciso está atrapado en un círculo vicioso, originado de una falla vincular, donde el lazo materno-filial no se ató. La maldición expresada en Ovidio[15] le impide alcanzar lo que desea: obtenerse a sí mismo… para poder amarse…. porque, el objeto de su amor es la imagen que ha hecho de sí y no su verdadero “ser”. Si Narciso logra ver su error, a través de su experiencia de vida o de un terapeuta que pueda reflejárselo, podrá crecer y alcanzar su felicidad: amar y amarse “de verdad”.[16]

IV. Referencias Bibliográficas

ABRAMS, J., a cargo de la edición. (1999) Recuperar al Niño Interior. Ed. Kairós. Barcelona. Art.Campbell, Bachelard, Hillman, Jung y otros
AGUIRRE, M. (2006) Notas Hermenéutico- etimológicas al Mito de Narciso.
http://groups.msn.com/PSICOLOGÍAYESPIRITUALIDAD/acercadenarciso.msnw
BYINGTON, C., (1988) Adolescencia e interaçáo do self individual, familiar, cultural e cósmico. Junguiana, Sáo Paulo, 6. p.47-117.
BYINGTON, C., (1999) A familia como dimensáo simbólica do self. Junguiana, Sáo Paulo, 17. p.57-88.
BYINGTON, C. (2004) La Construcción Amorosa del Saber. Fundamento y Finalidad e la Pedagogía Simbólica Junguiana. Sáo Paulo: W11 Editores
BYINGTON, C. (1988) Dimensiones Simbólicas de la Personalidad. Sao Paulo: Atica
FROMM, E. (1972) El Arte de Amar. Buenos Aries: Piados
JIMÉNEZ, P. (s/a) “Narcisismo versus Yo Herido”. Artículo publicado http://www.concienciasinfronteras.com
JUNG, C.G. (1996) Fundamentos de la Psicología Analítica. OC.Vol. XVIII/I. Editora Vozes, Petrópolis.
NEUMANN, J. (1995) A criança. Editora Cultrix, Sáo Paulo.
PORTO MONTELLANO, R. (2006) “Trastornos de la Personalidad Narcisista” en “Psicopatología Psicodinámica Nº1 Simbólico-Arquetípica”
STEIN, M. (2004) El mapa del Alma según Jung. Ediciones Luciérnaga.
SCHWARTZ-SALANT, N. (1988) Narcisismo e Transformacao do Caráter. Sao Paulo: Cultrix. 9-93
VÉLEZ, M.C., Los hijos de la gran diosa, Medellín, Universidad de Antioquia, 1999.
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[1] Profesora de Filosofía, Licenciada en Educación, Magíster en Administración Educacional, Magíster Psicología Clínica Junguiana 2006-2007 ©
[2] La madre es vista como “la falsa novia”; Representa el estado interno no-reflexivo
[3] Céfiro, dios río que tienen una fuerza dominante y opresora; forma de poder que Neumann llama “uroboros patriarcal”. El análisis estructural indica la existencia de un problema en el área del arquetipo de al conjunctio, en la unión de los opuestos. Clínicamente, los desórdenes narcisistas presentan extrañas defensas contra la unión , con otros y con el inconsciente. (Schwartz-Salant, 1988)
Céfiro, como “río” recuerda las características que le asigna Heráclito: “uno nunca se bañaría en el mismo río”… porque está en constante cambio… En tales condiciones, uno debería preguntarse si Céfiro ¿tiene o no tiene identidad; puede o no reflejar?…
[4] Dos observaciones son interesantes de registrar: 1) Los padres de Narciso pertenecen a una escala ontológica diferente; 2) Narciso nace de una violación de Céfiro a Liríope; una violación de agua, a la que le es posible penetrar por todos los poros.
[5] Tiresias representa la posibilidad de transformación por medio de la introversión, a través de la conexión con el mundo interior. (Schwartz-Salant, 1988)
[6] Podrá suponerse que “no tiene ojos más que para sí mismo”…; pero, además, al des-cubrirse, encontrará el vacío, dado que “es” la imagen de sí mismo que tiene; Narciso “es” incontenido….
[7] Podrá suponerse que “quien desprecia el amor, se desprecia a sí mismo, también”…; y, por último, “quien no puede “ver” al otro, tampoco puede “verse” a sí mismo; Narciso no logra establecer una relación hacia el exterior ni consigo mismo….
[8] Eco representa la contraparte femenina de Narciso y también representa una situación ue se da en la clínica cuando el terapeuta comienza a dudar si es posible producir un eco más profundo y significativo en el paciente con actitudes narcisistas de extremos control defensivo. (Schwartz-Salant, 988)
Chevalier dice de Eco que “ha sido castigada convirtiéndose en la que no sabe ser la primera en hablar, no puede callarse cuando se le hable, y repite sólo los últimos sonidos de la voz que se le dirige”. Indica, también que es objeto de muchas leyendas, Eco aparece como símbolo de la regresión y la pasividad, que pueden no ser más que un estado pasajero, que preceda a una trasformación. Evoca también las nociones de doble, de sombra, de golem (hombre robot, mudo). (1991, 433)
[9] El joven descubrió su belleza reflejada en el espejo de aguas claras de la montaña Helicón –nombre que se refiere tanto a la grandiosidad como a la vejez-. Helicón puede traducirse como “cuán añoso” o “cuán antiguo” o “cuán grande”. (Aguirre, 2006) Alude, en consecuencia a esa “necesidad” de no envejecer de mantenerse eternamente joven.
[10] El Dr. Byington dirá, en sesión de Seminario para el cual se elaboró este Trabajo, “consumido en el uroboro”… a lo que repliqué que “el lago consume sólo su imagen… no su Ser… por lo que Narciso se salva…”. A modo de comentario, debo decir que “le pareció sostenible la alternativa propuesta como interpretación”.
[11] Esta forma de enfrentar la relación del conocimiento, recuerda el Mito de la Caverna de Platón. En esta alegoría, Platón muestra el camino a la verdad, el cual se constituye de cuatro espacios que deben ser transitados para des-encubrir el conocimiento, el que va surgiendo poco a poco de la iluminación exterior (Fraile, 1966). En el primer espacio, el mundo de la “imaginación”, los hombres son semejantes a prisioneros que nunca han visto la luz del sol y que se hallan encadenados de pies y manos en el fondo de una caverna, de espaldas a la única abertura de entrada que da al exterior. En el segundo espacio, el mundo de las “creencias”, dentro de la caverna y detrás de ellos, arde una hoguera que tampoco pueden ver, por hallarse de espaldas y porque se interpone una valla, a lo largo de la cual van pasando hombres portadores de figuras de cosas. Los primeros sólo pueden escuchar sus voces y contemplar las sombras que se proyectan sobre el fondo de la pared; los segundos, liberados de las cadenas, pueden movilizarse y verse entre sí sus siluetas mejor delineadas por efecto del reflejo del fuego. Un tercer grupo de hombres, que viven en el mundo de la “razón”, es aquel que habiendo ejercido su libertad han podido caminar y salir de la caverna hacia la luz, pero han quedado encandilados. La liberación, por lo tanto, no se sigue del mero desprenderse de las ligaduras y del caminar fuera de las sombras, tampoco en el desenfreno, sino del dominar lo verdadero, vale decir, acostumbrar los ojos a esa luz hasta poder moverse con libertad, acostumbrar los ojos a las sombras para caminar también a través de ellas y rescatar a quienes aún permanecen en el interior de la caverna que, son los más resistentes al cambio, porque están firmemente convencidos de que su realidad es “la verdad”.
Desde la filosofía, Narciso se encontraría entre el primer y segundo espacio, aunque las razones por las cuales se explicara esa ubicación, claramente no serían a las que alude el Mito de Platón.
[12] Neumann indica que la estructura del si mismo comienza a crearse en la etapa Urobórica, en la que el yo -contenido en el inconsciente- existe en una relación primordial de madre e hijo y relación psíquica de totalidad y que el pre-ego/self-cuerpo del niño está abarcado por el Self materno/self-auxiliar, para de a poco ir creando una unidad dual, entre ellas los opuestos ego-otro. Indica que, en la etapa de Gran Madre, y hasta los dos años se va conformando el self del bebé, desde el desplazamiento del self-auxiliar de la madre al niño, uniéndose al cuerpo-self hasta formar el self unificado, del cual emerge el ego. El Self, figura arquetípica, es indispensable para brindar placer, seguridad y protección que, serán a su vez, los pilares para el sano desarrollo del ego. La etapa termina con el ego integrado y la polarización del mundo de los opuestos. (Vélez, 1999) Esta etapa es la que no ha completado Narciso y el Self, es el arquetipo que no ha encarnado; ha quedado atrapado en un punto de su evolución, dirá Kohut. (Schwartz-Salant, 1988; 19)
[13] Freud, dice, identifica el amor a sí mismo con narcisismo, con la vuelta de la libido hacia el propio ser… [Y constituyendo] el narcisismo la primera etapa del desarrollo humano, quien en la vida adulta regresa a su etapa narcisista, será incapaz de amar…. en los casos extremos, será insano. Freud, continúa, sostiene que el amor es una manifestación de la libido y ésta puede dirigirse hacia otros –amor- o bien hacia sí mismo –amor a si mismo-. De esta afirmación se deriva que existiendo uno, queda excluida la existencia del segundo; o bien, una y otra premisa son inversamente proporcionales: a mayor amor hacia otro, menor amor a sí mismo
[14] Esta “generosidad” restringe la autonomía y exige una “devolución” que, al no obtenerse, se transforma en hostilidad.
[15] “¡Que pueda el amarse a sí mismo y no obtener aquello que ama!”
[16] Schwartz-Salant nos dirá que los pacientes se defienden de la envidia que causan en sus pretendientes que tampoco pueden alcanzar su amor; pero que es esa misma envidia la que guarda el potencial de rescatar al paciente si se logra disolver la transferencia especular

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